Comida al anochecer {Abigail P.}

Se removió en la cama una, dos, tres, hasta cuatro veces, tratando de reconciliar el sueño, pero no llegaba. Había tenido un día largo, clases aburridas, deberes atrasados, entrenamiento de Quidditch, comer, hacer bromas, coquetear con chicas, y pedirle como unas dos veces a la pelirroja salir; y todos los días era eso, pero ese día en especial había sido algo realmente ajetreado, parecía que, estando en octubre, ya los profesores se habían tomado la molestia para hacerles la vida imposible. No veía el día en que salieran a Hogsmeade.

Se sentó en la orilla de la cama, revolvió su cabello y miró alrededor, sus compañeros de cuarto estaban bien dormidos. Se calzó los zapatos, agarró su capa del baúl y salió en silencio de la habitación, bajó a la comodidad de su sala común, se tiró en el sillón. Sintió paz, tranquilidad, adoraba cuando la sala común estaba vacía, no se escuchaba nada y podría estar tranquilo; miró a su alrededor, tal vez con suerte y estaría alguna chica con la cual pasar el rato. Aunque no podía negar que la tranquilidad de la sala común era algo genial, se encontraba muy aburrido, aún sin ningún signo de sueño; salió rápidamente de la sala común y comenzó a caminar por los cortos pasillos colocándose la capa encima.

Bajó todas las escaleras que llevaban del séptimo piso hasta los sótanos, pasó detrás de una escalera y se encontró frente a frente con una pared, revisó que no estuviera nadie cerca o Filch o la Señoras Norris, le hizo cosquillas a la pera en la pared y ésta le dio paso a las cocinas del colegio, se quitó la capa para no asustar a los elfos que no sabían de la existencia de ella. No puso ni los dos pies dentro del lugar, cuando varios elfos se le acercaron ofreciéndole comida, él se río y agarró un trozo de pastel de calabaza; se sentó en un taburete cercano y comenzó a comer todo lo que le ofrecían, ¡amaba a esos elfos!, él los visitaba cada dos días o cuando estaba muy aburrido y no tenía con quién hablar porque sus amigos estaban ocupados y, a veces, no tenía ganas de buscarse una conquista.

Es curioso como las personas dormilonas, nunca se sienten demasiado cansados en la madrugada. Ahí estaba yo, parada en la orilla del lago concentrada en los tentáculos del calamar gigante que le hacían sobra al reflejo de la luna, que casi se encontraba llena. Me gustaba el lugar pero, al mismo tiempo, me hacía sentir intranquila, nunca me gustó demasiado el silencio, me ponía nerviosa, como ese momento de paz antes del huracán. Sí, así es que como me hacía sentir, como si en cualquier momento vendría el huracán y me arrastrarías con todas sus fuerzas, antes que siquiera pudiera notarlo. Negué con la cabeza, no quería pensar, no era bueno pensar demasiado, aveces solo lograbas comerte por dentro. Me levanté de un salto, necesitaba salir de allí pero, todavía no me sentía con ánimos de ir a la cama.

Respiré hondo, solo tenía un buen lugar a donde ir cuando me sentía así, las cocinas, donde podría llenarme de comida y desviar mi cabeza a una zona más feliz. Caminé con tranquilidad y en cuanto atravesé la puerta varios elfos se me vinieron encima, aunque no les preste mucha atención, me llamaba más la atención el chico que estaba sentado allí a esas horas de la noche - ¿El Capitán fuera de la cama? ¿No le dará miedo que le saquen su placa? —pregunté de forma un tanto burlona mientras se sentaba en la mesa y aceptaba un pastelito de chocolate, uno de esos que tanto adoraba—. ¿No te preocupa recibir un vociferador de mami? —reí recordando el último que había recibido por parte de la Sra. Potter, me había reído de lo lindo con la cara de horror del chico.

Bueno, eso le daba un giro a mi deprimente noche, James Potter era la clase de persona que podía sacarle una sonrisa a cualquiera, claro que antes te rompería un poco las pelotas pero, eso, lo podíamos hacer los dos — ¿Una mala noche? ¿Tu gatito no te dejaba dormir? —pregunté haciendo referencia a Black, esos dos parecían pegados por cola, era extraño no verlo juntos. Di una mirada a la habitación para cerciorarme de que solo estábamos nosotros dos. Me lleve otro muffin a la boca y me desordené, la ya de por si, descontrolada cabellera 

Le dio un gran mordisco a ese trozo de pastel de calabaza, le hizo señas a un elfo para que por favor le llevara un vaso de agua y se distrajo unos segundos observando a otros elfos trabajar en el desayuno de la mañana siguiente; tal vez podría acercarse un poco y quitarles unas porciones de comida sin que lo vieran, aunque si lo veían no le importaba mucho, ellos no le harían nada. Volteó un poco su cabeza para ver a la persona que acababa de entrar a las cocinas, por encima de su hombro vio a la rubia cazadora de Gryffindor; se encogió de hombros con una sonrisa ladeada con lo primero que escucho -No lo van hacer -contestó tranquilo terminando de darse la vuelta y mirándola-, jamás conseguirían un mejor capitán que yo -explicó con falsa modestia inflando el pecho; soltó una corta carcajada y revolvió su cabello un par de veces -Mi madre... ya está acostumbrada a que le lleguen notas del director por estar en las cocinas, no le sorprendería; a ella lo que le importa es que no me meta en "muchos" problemas. -hizo las comillas con los dedos de la mano izquierda ya que en la derecha tenía lo poco que quedaba del pastel. Alzó una ceja con lo siguiente -Oh... Creo que sólo Colagusano puede dormir con los ronquidos de Canuto, y Lunático si está muy cansado. No tenía sueño. Además es algo tentativo pasear por Hogwarts de noche. -se acabó el trozo del pastel de calabaza y agarró una empanada que otro elfo le extendía alegremente.